Conoció casi todas las áreas. Del inventario del 89 a la actualidad. Uno de los personajes que engrandecieron nuestra institución desde el anonimato.
Por Maxi Salgado
Humanidad, respeto, amistad, compromiso social, comprender al que piensa distinto, considerar la diferencia, solidaridad, esfuerzo, trabajo. Todo eso tienen nuestros protagonistas de esta sección. Anónimos que lejos de buscar la fama, el poder o el dinero que marcan las constantes vitales de nuestra sociedad optaron desde la sombra por remar a favor de una comunidad que es una familia. Héroes que a lo largo de 60 años le dieron vida al Instituto De Educación Física Jorge Coll.
Estuvo 32 años en el Instituto. Pasó por todas las áreas administrativas y acompañó la gestión de cinco rectores (Miguel Negro, Roberto Stahringer, Miguel Di Pierro, Raúl Brioude y Luis Castillo). Luis Torres es uno de los personajes que ha tenido el Instituto a lo largo de 60 años.
«Entre el 8 de mayo de 1989 y me fui el 10 de marzo de 2022. El Instituto estaba en calle Paso de Los Andes 640, un lugar místico para los estudiantes», nos comienza contando quién muestra un cariño especial por el IEF. Lo muestra en sus ojos, en su pasión al tocar cada tema y cuando va recordando historias y personajes.
El mismo cariño con el que se lo recuerda entre sus compañeros.
«Ingresé con Miguel Negri y lo primero que tuve que hacer fue el inventario del Instituto Nacional. Había por ejemplo un piano que no se sabía dónde estaba. Lo habían prestado a San Rafael y después encontramos que estaba en la calle Lavalle en la escuela de Música. También había dos embarcaciones que había dado el Instituto del Deporte y estaban en poder de Regatas», recuerda de sus primeros meses en nuestra institución. Los recuerdos surgen en los que es casi un monólogo. Aparecen entonces las idas a comer pizza con sus compañeros los días de cobro o los viernes de empanadas de la Teresita en el Instituto.
«Eran tan buenas esas empanadas, que un día vinieron unos gimnastas daneses y las probaron. Hubo que apagarles la luz para que dejaran de comer», cuenta con un carcajada.
«Después estuve en tesorería. Eran tiempos en el que el Instituto era Nacional y se pagaba a todos los profesores con cheques no había cuentas bancarias y tarjetas de débito. Yo era el encargado de hacerlos, porque me dijeron que tenía linda letra. Era la persona más querida del Instituto (risas)». Se acomoda en el café. Las emociones se convierten en invitadas de la charla. Su voz se entrecorta o sube de volumen según el tema por el que vamos hablando. «Cuando llegamos a YPF siempre digo que dependiamos del humor de un sindicalista para dar clases. Había días que nos cerraban la pileta o los estadios. Se daban clases en los quinchos y había un aula que le llamaban el altillo, la teníamos que desarmar todas las noches. Fueron tiempos de mucho trabajo y adaptación, algo que siempre tuvo el Instituto y por eso es tan reconocido a nivel nacional».
En el medio, casi como una marca registrada, aparece el fútbol (una de sus pasiones) y su querido Independiente Rivadavia. Nos cuenta anécdotas de personajes que conoció siendo utilero de la Lepra. Pero la charla vuelve a nuestro Instituto.
-¿Qué fue el IEF para vos?
-El lugar que me dio todo. Cuando entré no tenía nada. Se cobraba poco, pero me dio Obra Social, la jubilación que hoy disfruto y me permitió formar una familia hermosa.
Nos cuenta risueñamente que ahora tiene una orden de restricción a la cocina..»Mi hija no me deja acercarme, pero si me tengo que encargar de hacer las compras».
-Un momento amargo
«Fue cuando Stahringer me mandó dos años a trabajar al depósito. Nancy Salvador hizo las gestiones para que volviera».
-Una tristeza
«El fallecimiento de Pato Cordecci. Me acuerdo que estaba ese día con un disgusto y le dije que se fuera a la casa y volviera tranquila que la íbamos a ayudar. A la hora nos llamaron que le había dado un infarto. Fue un golpe muy duro para todos. Una excelente compañera y persona».
-Una alumna
«Pasaron miles, pero hay una alumna que siempre admiré por su humildad. Virginia Cobos, la hija de Julio. Nunca sacó provecho de su condición. Dejaba su auto afuera, no tenía custodia. Era una más en el Instituto y hasta me acuerdo que se prendía en las comidas con nosotros».
-Un referente
Sus ojos se llenaron de lágrimas. El hombre rudo perdió por un momento su armadura. «Miguel Negri, sin ninguna duda. Fue una persona que me marcó en todo sentido. El día que me contaron que había fallecido no quise ir a verlo. Fue un día muy triste y preferí, siempre, recordarlo en sus lindos momentos».
Una frase
«Me duele que haya egresados del Instituto que se olviden los que le dio la institución y hoy no trabajen para su engrandecimiento solo por cuestiones personales».
Reacio para las fotos, accedió a regañadientes en sacarse una en la nueva puerta de ingreso. La misma puerta desde donde miró para adentro con nostalgia, pero no accedió a entrar. Sabe que esta es su casa, la que lo albergó durante más de tres décadas y a la que le dedicó lo más valioso que tenemos los serhumanos: tiempo. Un regalo incalculable. ¡Gracias!