IEF9-016

El Olímpico del Instituto

Ángel Gagliano, no solo brilló en las aulas de nuestra casa, sino que quedó en la historia grande del deporte mendocino. Uno de los pocos nacidos en esta tierra que estuvo en unos Juegos Olímpicos.

Humanidad, respeto, amistad, compromiso social, comprender al que piensa distinto, considerar la diferencia, solidaridad, esfuerzo, trabajo. Todo eso tienen nuestros protagonistas de esta sección. Anónimos que lejos de buscar la fama, el poder o el dinero que marcan las constantes vitales de nuestra sociedad optaron desde la sombra por remar a favor de una comunidad que es una familia. Héroes que a lo largo de 60 años le dieron vida al Instituto De Educación Física Jorge Coll.

Por Maxi Salgado

Los Juegos Olímpicos son el cénit de la carrera de cualquier atleta. Son pocos los que han tenido el honor de poder formar parte de ese grupo selecto. En Mendoza, a lo largo de más de cien años, no llegan a una veintena. Cómo no destacarlo entonces. Ángel Gagliano, quien durante 30 años formó parte de nuestro instituto, fue uno de ellos. Es el único olímpico de la historia de nuestra casa y por ende, uno de nuestros 60 personajes.
Ángel Gagliano, un hombre que brilló en el atletismo antes de desembarcar en el IEF allá por 1985, formó a miles de jóvenes mendocinos porque siempre estuvo activo frente a los cambios, siempre hizo gala de su bonohomia. Dio atletismo, residencia, desarrollo motor, problemáticas de las acciones motrices. Se jubiló en el 2015, aunque nunca se alejó del todo. Hoy se lo puede encontrar siempre siendo colaborador en los torneos de atletismo, no importa la categoría. Es el hombre que da las indicaciones para el inicio de las competencias.
Fue elegido y distinguido como docente destacado en 2012 por la entonces directora general de escuelas, María Abrille de Vollmer y como ícono de nuestro deporte, fue uno de los encargados de prender el pebetero en la pista de atletismo del Malvinas Argentinas ese mismo año.
Ángel se recibió en el Instituto en 1976, una época revolucionaria de nuestra historia. Él la recuerda sin conflictos, más allá de que repasa «éramos verdaderos nómades. Cursabamos un año en cada lado..el primer año fue en una escuela primaria, el segundo en Ciencias políticas y el tercero en la UTN. Las prácticas la hacíamos en YPF, Regatas y el Campo de Deportes de la Universidad».
Una vez con el título en su mano, se destacó como deportista en Atletismo. Fue portador del récord argentino en salto triple desde el 04 de diciembre de 1983, superado recién en el año 2009. Su clasificación a los Juegos Olímpicos de Moscú se frustró por el boicot hecho por los Estados Unidos, pero siguió volando en las pistas y volvió a tener su lugar en unos Juegos, los de Los Ángeles en el 2004. «Iba con muchas esperanzas, pero me lesioné en la previa y no pude participar», recuerda.
«Viajamos con unos días de anticipación con vistas a tomar parte del último torneo preolímpico que se disputaría en San Diego. Eso fue una verdadera fiesta, ya que muchos atletas del mundo habían apuntado a la posibilidad de competir en ese evento, por lo que se había creado una gran expectativa. Uno nunca podrá saber en qué rincón está escondida la fatalidad. En el primer intento de salto, caí fuera de la corredera, que por otra parte era muy angosta y en el impacto me fracturé el quinto metatarsiano del pie derecho. De pronto se me hizo la noche. Me trasladaron en la ambulancia a la Villa Olímpica, radiografía para determinar la gravedad de la lesión y luego una bota de plástico, flexible y liviana, pero descartando ya la posibilidad de tomar parte de la competencia”.
Luego de esa participación, anunció su retiro coronándose como el mayor poseedor de Campeonatos Argentinos. En total cosechó 14 títulos nacionales.
Fue la época de comenzar a dar clases. Una actividad que lo mantuvo feliz y activo durante los siguientes 30 años.
«El Instituto es el.lugar donde uno siempre quiere dar clases. Es la casa que me formó y me especializó. Y eso no tiene precio. Cómo tampoco puedo olvidarme que fueron mi red de contención cuando me quedé sin trabajo en el Banco de Previsión de un día para el otro. El Instituto es la casa de la educación física y todos los que amamos está profesión tenemos un cariño especial por el IEF», dice emocionado, una emoción que se acentúa cuando asegura que su señor, Elsa Pennesi, también es un personaje de los 60 años del Instituto. «Ella estuvo 36 años. Entró en el 77 y se fue en el 2013», recuerda de quién fue una docente prolífica en sacar atletas de élite de la provincia. Elsa falleció en el 2014, pero también merece el reconocimiento.
Ángel recuerda, también, con mucho cariño las épocas en las que participó de las aperturas de las sedes de Rivadavia y San Rafael.
«A Rivadavia la que tenía que ir era Cristina Carosio, pero me pidió reemplazarla y ya me quedé yo. Me acuerdo que empezamos a dar clases en la Escuela Normal. Íbamos con el Bocha Flores. La directora un día se enojó y nos echó, tuvimos varios días dando clases en la plaza hasta que se acomodó un lugar y volvimos a la normalidad», cuenta entre sonrisas.
«Me encantó Rivadavia, sobre todo por su gente. Fue una época muy linda. Ahí íbamos los que teníamos ganas de hacer cosas, porque no te pagaban un extra y muchos profesores no querían saber nada», aclara e inmediatamente su mente viaja a otra aventura que hicieron junto con el Instituto.
«A San Rafael, cuando se decidió ir a salvar a esos chicos que estaban por quedarse colgados por el cierre de la Institución que había allá, nos íbamos los viernes en el micro de las 6 de la mañana. Pasábamos todo el día dando clases y nos volvíamos a la noche. Eso lo hicimos cómo seis meses».
Recuerda con mucho cariño a sus compañeros de Promoción, entre ellos Roberto Stahringer y al grupo con el que se formó en Ciencias de la Educación, Julio Fischer, Luis Castillo, Elsa Pennesi, Chichin Bernal y Jorge Dabanch. «Hasta ese momento las profesoras de Ciencia de la Educación hablaban otro idioma y fueron quienes pudieron hacer los cambios de los diseños curriculares, después ya lo pudimos plantear quienes estábamos formados en el deporte», cuenta con la muestra de que es algo que lo marcó y mucho.
Para el final recuerda esas mañanas de clases en la que se encontraba con Cappezzone s las 7.30 de la mañana dando clases. «Eso se ha perdido, lo hablábamos con Claudio los otros días».
Ángel Carlos Gagliano, el olímpico de nuestro instituto, un personaje muy querido que marcó una época.

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