Chichin y Marisa fueron fuertes referentes de una época de nuestro Instituto, hoy el legado lo tiene su hijo Daniel, quien nos cuenta las vivencias con sus padres profes.
El vínculo familiar es la primera institución de pasaje obligatorio para las personas. Es la matriz de organización de actitudes, conductas y relaciones afectivas y cognitivas.
La familia Bernal es sinónimo del IEF, Oscar Alberto (Chichín, para todos) y Elviara Marisa Poblete trabajaron incansablemente para engrandecer a nuestra institución, al extremo que Dany (su hijo y hoy profe de nuestra casa) recuerda que se crió caminando por las aulas del Instituto. «Desde chiquito recuerdo haber estado jugando en la casa de la calle Paso de Los Andes (allí funcionaban las oficinas del entonces INEF) Conocer los ocho baños que tenía. O ir a la UTN en las tardes. Para nosotros era una situación normal, que de grande fui comprendiendo que era porque ellos no tenían con quién dejarnos y nos llevaban a trabajar con ellos». Cuando Daniel dice nos llevaban también habla de sus hermanas: Maria Victoria y Silvana Marisa
Chichin fue uno de los profes exonerados por la Dictadura militar de 1976, pero regresó a dar clases y está en la memoria de todos los que lo conocieron y lo disfrutaron cómo docente. No hay conversación histórica en la que su nombre y la referencia de Marisa Poblete de Bernal no aparezcan.
Marisa, de hecho, fue elegida como vicerrectora en aquellas elecciones de 1983 que marcaron el comienzo de una etapa democrática para la Institución y pusieron fin a un período de convulsión en el orden interno que llevó a intervenciones, una práctica que nunca es buena en lo institucional y más viviendo en Estado de derecho.
«Marisa sabía todo. Fue el ala académica de Negri (Miguel Angel, elegido rector aquel 1983) la persona a la que todos consultaban», recordó Claudio Cappezzone.
Volviendo a Chichin y el recuerdo de su hijo, Daniel dice que «Era una persona que recibía de lunes a lunes, incluso los domingos ¡al mediodía!, alumnos en casa, porque acompañaba las prácticas escolares y venían algunos chicos a preguntar cosas a firmar planes. Había siempre una puerta abierta, que era 24 – 7», remarca con un dejo de nostalgia..
Dani no tiene dudas de que esas vivencias junto a su papá fueron las que lo llevaron a no dudar que seguiría sus pasos. «Mamé la profesión desde chiquito. Porque lo acompañé también en otros trabajos que él tenía fuera del IEF. Recuerdo haber viajado en el tren trasandino acompañando salidas con sus alumnos de la escuela Rawson. Además siempre nos acompañaba a las actividades que hacíamos en lo deportivo, en mi caso gimnasia artística, y el recuerdo es que era conocido en todos lados».
Entre las cataratas de recuerdos que se le vienen a la cabeza a Dany, que obviamente no puede ocultar ese brillo en sus ojos cuando va recordando, llegamos a su época como estudiante del IEF. «Si bien nunca los tuve a mis viejos como docentes, tenía la posibilidad de contar con mucha bibliografía. Mi casa era una biblioteca entera de libros relacionados a la profesión.
Yo, obviamente, quería las respuestas de la pregunta que nos hacían en un trabajo práctico, por ejemplo. La particularidad de mi papá era que me pasaba un libro y me decía, en tal capítulo. No me daba la respuesta. Era como siempre la pregunta abierta y que yo buscara. Me facilitaba, pero no me resolvía. El hecho investigativo tenía que estar de nuestra parte.
Así que cuando mis compañeros me decían si me habían ayudado, siempre les decía lo mismo. ‘Me ayudaron, pero no tanto'».
También nos cuenta, una constante. «En el IEF es como una obviedad, pero fuera del Instituto cuando escuchan mi apellido es como que surge inmediata la referencia. Me preguntan si soy hijo del Chichin. Por suerte todavía no encontré a nadie que me hable mal (risas). ¿Vos sos algo de? Es una pregunta que me ha acompañado toda la vida, tanto de mi mamá cómo de mi papá. Y por suerte siempre con buenos recuerdos de la gente para ellos. Recordemos que en esa época el IEF era un punto neurálgico en el que venían gente de otros departamentos o provincias y eso hace que en cualquier lugar del país me encuentre con personas que lo recuerdan. Han dejado buena estrella», dice emocionado.
Mi madre siempre estaba vinculada al ámbito de la investigación, mi viejo al desarrollo motor, prácticas escolares y psicomotricidad y fue psicólogo social. A mí todo ese ámbito de la investigación no me interesa. Lo mío es lo musical y lo lúdico y emparento siempre mis prácticas con lo musical y lo artístico. Un camino diferente a lo que han hecho mis padres».
En cuanto a lo musical, y más allá de que uno crea que nada tiene que ver con El IEF, Daniel (hoy referente de la Murga La Buena Moza) nos refuta la hipótesis.
«La verdad que la música siempre estuvo en mi casa. Había instrumentos. En la época que mis viejos cursaron tenían coro en el Instituto y hasta un cancionero que llevaban adelante. Ellos lo veían como una herramienta muy importante para el profe y lo desarrollaban. Entonces en las juntada que había en mi casa siempre aparecía la guitarra. Pero no había una especie de motivación o de fomento. Pero que sucede, cuando yo cursaba tercer año del IEF, Carlos Cárdenas dio un taller de guitarra. Yo me interesé y eso me hizo despertar un nuevo mundo. Me deslumbré en ese taller con la música que hicimos siete u ocho personas. A fines de ese año me anoté en la carrera de música de UNCuyo. Así que cursaba cuarto año de Educación Física y el primero de música. Esa carrera la hice solo dos años, porque sentí que con lo que había aprendido ya me servía para lo yo buscaba. En ese tiempo en la carrera de música, o estudiabas música clásica o licenciatura en guitarra, dos carreras que eran muy largas», repasa Dany quien hoy es el Bernal que es referente no solo del trayecto de recreación, sino también del ámbito de la cultura en Mendoza.
Un cacho de cultura…
Daniel fue uno de los alumnos del Instituto que tras asistir a unas jornadas de recreación en Buenos Aires y con el impulso que le había dado Carlos Cárdenas con su taller de guitarra, se proponen investigar la música en el Instituto. Ese fue el germen de la Murga Baldosas Flojas que nació en el patio del Instituto y hoy tiene el honor de ser una de las formaciones más antiguas de la provincia con más de 25 años.
«En las Jornadas de Buenos Aires nos dieron un taller de murga. Eso fue en setiembre y en octubre se hacían los.interbandos y propusimos hacer la apertura con algo de murga. Después dijimos, por qué no nos seguimos juntando y ahí nació Baldosas Flojas. El tema es que, como a todas las murgas, nos corrieron por ruidos molestos, nos terminamos yendo del Instituto y se convirtió en pública y abierta. Una gran escuela de arte. Todos fuimos después a diferentes grupos de teatro y de música. Fue un gran brote, musical y teatral dentro del IEF en su momento».
Una historia que ratifica la importancia de tener una institución abierta a propuestas diferentes y que demuestra que el Instituto ha influido positivamente en la sociedad mendocina mucho más allá de las fronteras de la educación o actividad física.